sábado, 28 de marzo de 2009

Itinerario # 5: último reporte de viaje

Buenos Aires Lima, Lima Tumbez, Tumbez Guayaquil, Guayaquil Quito

Mi nostalgia es prematura pero es nostalgia del segundo anterior, del minuto precedente, de la hora antes, del ayer. Después de rodar en bicicleta dos meses por parte de la Patagonia Argentina, vuelvo. Hacer las maletas es difícil, despedirse aun más, por eso prefiero los adioses cortos, simplemente para no llorar. Voy hacia Retiro, la terminal donde tomaré el ómnibus Cruz del Sur que me llevará de Buenos Aires hasta Tumbez.

Cada detalle de la ciudad me vuelve a atrapar, su aire contaminado pero acogedor, sus edificaciones coloniales al estilo del barroco italiano, sus calles rápidas y cada loco que forma parte de éstas o viceversa, los enormes edificios ocupados por inmigrantes. Me despido de la ciudad rodándola por última vez, comiendo un sandwich de milanesa, unas empanadas y una torta de papa, anulando aquellos intentos de vegetarianismo que había iniciado años atrás.

En la terminal me dirijo a la sección internacional, al fondo. Hay muchas mujeres esperando revisar su equipaje y embarcarlo, embusarlo mejor dicho. Mujeres de mi edad quizá y otras mayores, unos pocos jóvenes y un travesti. Parecen ser peruanos y eso me anima. Peso y paso mi única mochila y la bicicleta. A las 14h00 estoy lista para partir pero el bus no aparece. Extrañamente se siente cierto caos inusual en Buenos Aires. Debe ser porque quienes viajamos provenimos precisamente del otro sur. Converso con un israelí , turista también. “Ecuador is the best of sudamerica”, me dice. Yo asiento, no por ser ecuatoriana sino más bien porque Ecuador es parte del otro sur, ese que tanto extraño. Empiezo a preguntar por el bus, pero nadie sabe darme razón. Me pongo junto a las mujeres con la intención de iniciar ese acercamiento con quienes voy a compartir días enteros de camino. Llega el bus y subimos... Disfruto de la salida de la ciudad .El arcoiris es premonitorio. Un buen viaje se avisora.

El bus empieza rodar y conforme avanzan los kilómetros la gente empieza a moverse, en especial los niños. Las mujeres del bus en su mayoría inmigrantes retornan a su país de origen, al menos eso parece por su equipaje y por las conversaciones que se sortean entre asiento y asiento. Roxana, luego de trabajar cuatro años va de visita con su hija Fernanda de nueve meses para que su padre, abuelos y hermanos la conozcan. – El año pasado crucé en estado la frontera , no lo supe sino hasta los cuatro meses de gestación - dice. Se dedica a atender a adultos mayores en una casa hogar, su hija nació ahí y tiene la nacionalidad Argentina. Además lleva solo su apellido para facilitar sus entradas y salidas, una verdadera cruzadora de frontera. En la parte de atrás viaja también otra señora con su nieta, se la trae al Perú para que la madre labure. En primera fila está Jessica que regresa a Tacna luego de cuatro años de trabajar en servicio doméstico. - Tengo mi título de enfermera, pero solo encontré trabajo en casa – se lamenta. Más atrás se sienta Dora, una mujer de casi 50 años que así mismo vuelve, luego de estar laburando en una casa. En el asiento de mi delante se sienta China o Miguel, el travesti. – Soy un travesti transformista, no siliconado, comenta con orgullo y nos comparte los motivos de su viaje. Los niños en general hacen que el viaje sea distinto y este fue particularmente diferente. Todos, al menos los que íbamos adelante, nos hicimos cargo de Fernanda especialmente en los controles migratorios donde a cada uno nos tocaba movilizar los equipajes y hacer fila para ser atendidos.

Atravesamos todo el norte argentino y esa era una de las razones principales para que los inmigrantes peruanos optaran por este ómnibus. La verdad es que preferían pasar más tiempo en Argentina que en Chile, por el trato que reciben. Conforme subimos la cordillera el paisaje se fue tornando cada vez más acogedor. Los ocres empezaban a reinar, las grandes montañas polvorientas, terrosas, los captus que nacían y se convertían en bosques. Qué seres estos. Me dejan la sensación de ser habitantes de la montaña. Es aquí cuando uno descubre que no solamente son seres vivos sino que tienen alma y ese espíritu hace que estos lugares sean particularmente especiales. Una gran comunidad de captus agrestes. Parque Nacional los Cardones en Salta.Una otra presencia, otro aire se siente en esta parte norte de Argentina, los indios Quilmes, los susqueños, el gran pueblo de Atacama.

El calor es intenso y el sol juega a cambiar de tonalidad. Purmamarca y el cerro de los siete colores se atraviesan en el camino. Los rojos de la tierra empiezan a trazarse en la montaña así como los grises lunares. Hay gente trabajando en el campo, ventas ambulantes, colores en las ropas, sencillez. Me quiero bajar del bus y rodar por estas tierras para comprobar si esto que percibo, este aire diferente, más sencillo y más caótico, más de otras identidades es real. Luego de más de 100 kms., el bus se detiene como respondiendo a mi necesidad. Un piquete en medio del camino me permite bajar del bus y caminar a lo largo de la ruta rodeada de vida, esa vida del monte y esa vida de los piqueteros, las mujeres susqueñas, los niños que durante tres días se tomaron la vía para reclamar por mejoras en la educación para su comunidad. El sistema educativo argentino no responde a las necesidades de los sectores indígenas. Claman no solo por sus necesidades básicas (gas, cloacas, calefacción, techos adecuados, patios cubiertos) sino por una educación intercultural bilingüe. Aun hay techos de zinc en las escuelas. - En el calor los niños se cocinan y en el invierno mueren de frío - dice uno de los dirigentes. “Nos merecemos una escuela nueva, luego de 162 AÑOS de abandono”. Parece que el estado argentino está en la época de 1907, cuando no se luchaba por los derechos y cuando solo habían 20 alumnos en la escuela 27 de Febrero (361) Pero no es así, ahora debe tratar con una comunidad organizada que lucha por los derechos de sus 406 alumnos, que no levantará la medida hasta que el estado se acerque a dialogar. El agua es roja, ríos rojizos, parecerían de llanto. Doy vueltas como empapándome de todo. Las mujeres están en primera línea del piquete, en segunda y en tercera. Grandes ollas comunitarias al costado del camino, campamento improvisado. Definitivamente las mujeres somos el pan y somos la vida, la fortaleza y el movimiento. No importan las circunstancias, ni la edad, ni las condiciones, ahí estamos de pié germinando vida.

Se levanta el piquete y empiezo a acercarme al ómnibus. Hace frio y me falta un poco de aire. El paso de Jama es alucinante. Subimos cada vez más para luego descender. Vuelvo la vista atrás y me encuentro con cada montaña, con cada peñasco envuelto por la vía. A lo lejos se vislumbra un brillo particular, blanquesino. Empieza la ruta de los salares, de los espejos, de lo puramente blanco. Es increíble, no puedo describirlo. Quisiera estar de nuevo abajo y correr, resbalar…el horizonte cambia y me transforma. Convivir con el paisaje desde la ventana del bus es frustrante, no queda más que disfrutar del segundo y disparar la cámara de fotos. Llegamos al control migratorio. Una menor y su abuela van a ser deportadas porque no cuentan con el permiso para salir del país o mejor dicho lo tienen pero está a nombre del abuelo. La enfermería se satura porque el mal de altura nos coge a todos: vómito, dolor de cabeza, desmayos.

Las piedras vuelven a ser parte del camino y a dibujarse en la montaña. Esfinges enormes se ven y se sienten. Disfruto enormemente del paisaje y sueño en volver. Dudo en hacerlo en bicicleta porque es un paso durísimo de más de 160 kms de subida. Recuerdo a Anna y Philiph.

Al caer la noche conversamos largamente. Cuando oscurece viene la tertulia, abandono de momento la ventana y hablamos. . La China se pone una cerveza, luego aparece un vinito y para cerrar la tertulia viajera una cidra. Trabaja en una pizzería y además es modelo. Va al Perú a encontrarse con su familia y realizarse la cirugía que convertirá su cuerpo en femenino. No se opera en Argentina porque en Perú está su familia quienes van a estar a su lado en la recuperación. - Desde los 15 años yo ya quería ser mujer y poco a poco se fue haciendo real esa necesidad – comenta. Roxana confiesa que muy probablemente se queda en Perú, lo dice con un aire de nostalgia. Y Jessica decide nunca más volver. Su familia no sabe de su viaje definitivo así que será una sorpresa. El vínculo con la tierra es vínculo con la familia y eso a su vez con las costumbres. No sé si todos terminamos volviendo al lugar donde nacimos. Definitivamente marca la existencia. Roxana cumple años en pocos días así que abrimos la cidra. Falta poco para llegar a Lima y despedirnos.

Si bien en el reglamento del bus dice - No ingerir bebidas alcohólicas -, más importante para nosotros en ese momento se torna la amistad cómplice del viaje, esa suerte de intercambio, no solo de vivencias y sueños sino de regalos. Lindísimo, una suerte de hermandad viajera. Luego de direcciones, de abrazos y besos. Se interrumpe la velada cuando para el bus y el chofer sube con policía de migración acusándonos de estar ingiriendo alcohol e interrumpiendo la tranquilidad del pasajero. Nunca se nos hizo un llamado de atención previo y se recurrió al orden policial. Qué chistoso. La verdad es que no estábamos haciendo ningún tipo de escándalo ni en estado de ebriedad…pero así se dieron las cosas. Nos confiscaron las botellas vacías y continuamos el camino.

Fuimos despidiéndonos de a poco en Tacna, en Ica y el Lima. Estuve hasta el final con China en la terminal porque ella salía hacia Chiclayo y yo hacía Tumbez. Esperé hasta que se embarque y dí una vuelta por Lima Miraflores.

El viaje hasta Tumbez fue tranquilo. No podía irme sin comer el ceviche peruano y sin confrontar ese afán de ciertas personas de asustarte para sacar provecho del turista. Para los agentes de turismo y los servicios vinculados como taxis por ejemplo el Perú es peligroso, en Perú gobierna la delincuencia para que el turista se vea obligado a contratar siempre agencias de turismo y taxis.

En Tumbez, venciendo los miedos impuestos, tomo con todo y bicicleta una mototaxi y voy hacia la terminal de Cooperativa internacional. Emprendo viaje hacia Guayaquil. El verdor marca un contraste con todos esos parajes ocres de la jornada anterior. Agradezco por el agua. La velocidad y la competencia entre los buses me asusta, también la irresponsabilidad o mejor dicho su complicidad con las irregularidades en la indocumentación. En uno de los controles la policía de migración revisa documentos y manifiesta que los menores de edad no cuentan con los permisos respectivos para pasar. El conductor del bus interviene y “sugiere” a la “familia” pasarle un billete al policía para poder seguir viaje. Veo todo esto con preocupación y me invade un silencio cómplice también. Pucha.

En Guayaquil compro mi pasaje a Quito y viajo enseguida. Intento descansar pero invade la nostalgia y las lágrimas empiezan a caer con cada recuerdo. Extraño la convivencia, la carpa, los lagos, las montañas, el aire puro, el viento patagónico, los encuentros. Duermo un poco y el sueño es una continuación del viaje. Se acerca el final. Hace frío y anhelo el abrazo con los hijos que me esperan. Los transportes en el Ecuador son definitivamente inseguros en todo sentido. Extraño mi Cruz del Sur o las súper naves argentinas. Prefiero incluso los trenes patagónicos o el trailer destartalado. Me tambaleo de un lado al otro por la velocidad. Pasan las horas y la ciudad empieza a aproximarse. Me incorporo y alisto mis cosas. Miro por la ventana y aparentemente todo está igual. Percibo eso sí, un asfixiante ambiente electoral y las paredes hacen que sienta ese mismo alivio que sentí cuando murió Pinochet. Un león[i] menos en el zoológico.



[i] Hace referencia al expresidente del Ecuador, Leon Febres Cordero, en cuyo régimen se cometieron crímenes de estado, hubo desaparecidos y mucha represión. Murio hace poco a causa de un cáncer. La pared que anuncio su muerte decía Viva el cáncer que mato al león.

1 comentario:

Monica dijo...

yo tengo ganas de ir para Ecuador! espero poder encontrar pasajes a guayaquil para semana santa! a mi familia le va a encantar esa ciudad