sábado, 28 de marzo de 2009

Itinerario # 5: último reporte de viaje

Buenos Aires Lima, Lima Tumbez, Tumbez Guayaquil, Guayaquil Quito

Mi nostalgia es prematura pero es nostalgia del segundo anterior, del minuto precedente, de la hora antes, del ayer. Después de rodar en bicicleta dos meses por parte de la Patagonia Argentina, vuelvo. Hacer las maletas es difícil, despedirse aun más, por eso prefiero los adioses cortos, simplemente para no llorar. Voy hacia Retiro, la terminal donde tomaré el ómnibus Cruz del Sur que me llevará de Buenos Aires hasta Tumbez.

Cada detalle de la ciudad me vuelve a atrapar, su aire contaminado pero acogedor, sus edificaciones coloniales al estilo del barroco italiano, sus calles rápidas y cada loco que forma parte de éstas o viceversa, los enormes edificios ocupados por inmigrantes. Me despido de la ciudad rodándola por última vez, comiendo un sandwich de milanesa, unas empanadas y una torta de papa, anulando aquellos intentos de vegetarianismo que había iniciado años atrás.

En la terminal me dirijo a la sección internacional, al fondo. Hay muchas mujeres esperando revisar su equipaje y embarcarlo, embusarlo mejor dicho. Mujeres de mi edad quizá y otras mayores, unos pocos jóvenes y un travesti. Parecen ser peruanos y eso me anima. Peso y paso mi única mochila y la bicicleta. A las 14h00 estoy lista para partir pero el bus no aparece. Extrañamente se siente cierto caos inusual en Buenos Aires. Debe ser porque quienes viajamos provenimos precisamente del otro sur. Converso con un israelí , turista también. “Ecuador is the best of sudamerica”, me dice. Yo asiento, no por ser ecuatoriana sino más bien porque Ecuador es parte del otro sur, ese que tanto extraño. Empiezo a preguntar por el bus, pero nadie sabe darme razón. Me pongo junto a las mujeres con la intención de iniciar ese acercamiento con quienes voy a compartir días enteros de camino. Llega el bus y subimos... Disfruto de la salida de la ciudad .El arcoiris es premonitorio. Un buen viaje se avisora.

El bus empieza rodar y conforme avanzan los kilómetros la gente empieza a moverse, en especial los niños. Las mujeres del bus en su mayoría inmigrantes retornan a su país de origen, al menos eso parece por su equipaje y por las conversaciones que se sortean entre asiento y asiento. Roxana, luego de trabajar cuatro años va de visita con su hija Fernanda de nueve meses para que su padre, abuelos y hermanos la conozcan. – El año pasado crucé en estado la frontera , no lo supe sino hasta los cuatro meses de gestación - dice. Se dedica a atender a adultos mayores en una casa hogar, su hija nació ahí y tiene la nacionalidad Argentina. Además lleva solo su apellido para facilitar sus entradas y salidas, una verdadera cruzadora de frontera. En la parte de atrás viaja también otra señora con su nieta, se la trae al Perú para que la madre labure. En primera fila está Jessica que regresa a Tacna luego de cuatro años de trabajar en servicio doméstico. - Tengo mi título de enfermera, pero solo encontré trabajo en casa – se lamenta. Más atrás se sienta Dora, una mujer de casi 50 años que así mismo vuelve, luego de estar laburando en una casa. En el asiento de mi delante se sienta China o Miguel, el travesti. – Soy un travesti transformista, no siliconado, comenta con orgullo y nos comparte los motivos de su viaje. Los niños en general hacen que el viaje sea distinto y este fue particularmente diferente. Todos, al menos los que íbamos adelante, nos hicimos cargo de Fernanda especialmente en los controles migratorios donde a cada uno nos tocaba movilizar los equipajes y hacer fila para ser atendidos.

Atravesamos todo el norte argentino y esa era una de las razones principales para que los inmigrantes peruanos optaran por este ómnibus. La verdad es que preferían pasar más tiempo en Argentina que en Chile, por el trato que reciben. Conforme subimos la cordillera el paisaje se fue tornando cada vez más acogedor. Los ocres empezaban a reinar, las grandes montañas polvorientas, terrosas, los captus que nacían y se convertían en bosques. Qué seres estos. Me dejan la sensación de ser habitantes de la montaña. Es aquí cuando uno descubre que no solamente son seres vivos sino que tienen alma y ese espíritu hace que estos lugares sean particularmente especiales. Una gran comunidad de captus agrestes. Parque Nacional los Cardones en Salta.Una otra presencia, otro aire se siente en esta parte norte de Argentina, los indios Quilmes, los susqueños, el gran pueblo de Atacama.

El calor es intenso y el sol juega a cambiar de tonalidad. Purmamarca y el cerro de los siete colores se atraviesan en el camino. Los rojos de la tierra empiezan a trazarse en la montaña así como los grises lunares. Hay gente trabajando en el campo, ventas ambulantes, colores en las ropas, sencillez. Me quiero bajar del bus y rodar por estas tierras para comprobar si esto que percibo, este aire diferente, más sencillo y más caótico, más de otras identidades es real. Luego de más de 100 kms., el bus se detiene como respondiendo a mi necesidad. Un piquete en medio del camino me permite bajar del bus y caminar a lo largo de la ruta rodeada de vida, esa vida del monte y esa vida de los piqueteros, las mujeres susqueñas, los niños que durante tres días se tomaron la vía para reclamar por mejoras en la educación para su comunidad. El sistema educativo argentino no responde a las necesidades de los sectores indígenas. Claman no solo por sus necesidades básicas (gas, cloacas, calefacción, techos adecuados, patios cubiertos) sino por una educación intercultural bilingüe. Aun hay techos de zinc en las escuelas. - En el calor los niños se cocinan y en el invierno mueren de frío - dice uno de los dirigentes. “Nos merecemos una escuela nueva, luego de 162 AÑOS de abandono”. Parece que el estado argentino está en la época de 1907, cuando no se luchaba por los derechos y cuando solo habían 20 alumnos en la escuela 27 de Febrero (361) Pero no es así, ahora debe tratar con una comunidad organizada que lucha por los derechos de sus 406 alumnos, que no levantará la medida hasta que el estado se acerque a dialogar. El agua es roja, ríos rojizos, parecerían de llanto. Doy vueltas como empapándome de todo. Las mujeres están en primera línea del piquete, en segunda y en tercera. Grandes ollas comunitarias al costado del camino, campamento improvisado. Definitivamente las mujeres somos el pan y somos la vida, la fortaleza y el movimiento. No importan las circunstancias, ni la edad, ni las condiciones, ahí estamos de pié germinando vida.

Se levanta el piquete y empiezo a acercarme al ómnibus. Hace frio y me falta un poco de aire. El paso de Jama es alucinante. Subimos cada vez más para luego descender. Vuelvo la vista atrás y me encuentro con cada montaña, con cada peñasco envuelto por la vía. A lo lejos se vislumbra un brillo particular, blanquesino. Empieza la ruta de los salares, de los espejos, de lo puramente blanco. Es increíble, no puedo describirlo. Quisiera estar de nuevo abajo y correr, resbalar…el horizonte cambia y me transforma. Convivir con el paisaje desde la ventana del bus es frustrante, no queda más que disfrutar del segundo y disparar la cámara de fotos. Llegamos al control migratorio. Una menor y su abuela van a ser deportadas porque no cuentan con el permiso para salir del país o mejor dicho lo tienen pero está a nombre del abuelo. La enfermería se satura porque el mal de altura nos coge a todos: vómito, dolor de cabeza, desmayos.

Las piedras vuelven a ser parte del camino y a dibujarse en la montaña. Esfinges enormes se ven y se sienten. Disfruto enormemente del paisaje y sueño en volver. Dudo en hacerlo en bicicleta porque es un paso durísimo de más de 160 kms de subida. Recuerdo a Anna y Philiph.

Al caer la noche conversamos largamente. Cuando oscurece viene la tertulia, abandono de momento la ventana y hablamos. . La China se pone una cerveza, luego aparece un vinito y para cerrar la tertulia viajera una cidra. Trabaja en una pizzería y además es modelo. Va al Perú a encontrarse con su familia y realizarse la cirugía que convertirá su cuerpo en femenino. No se opera en Argentina porque en Perú está su familia quienes van a estar a su lado en la recuperación. - Desde los 15 años yo ya quería ser mujer y poco a poco se fue haciendo real esa necesidad – comenta. Roxana confiesa que muy probablemente se queda en Perú, lo dice con un aire de nostalgia. Y Jessica decide nunca más volver. Su familia no sabe de su viaje definitivo así que será una sorpresa. El vínculo con la tierra es vínculo con la familia y eso a su vez con las costumbres. No sé si todos terminamos volviendo al lugar donde nacimos. Definitivamente marca la existencia. Roxana cumple años en pocos días así que abrimos la cidra. Falta poco para llegar a Lima y despedirnos.

Si bien en el reglamento del bus dice - No ingerir bebidas alcohólicas -, más importante para nosotros en ese momento se torna la amistad cómplice del viaje, esa suerte de intercambio, no solo de vivencias y sueños sino de regalos. Lindísimo, una suerte de hermandad viajera. Luego de direcciones, de abrazos y besos. Se interrumpe la velada cuando para el bus y el chofer sube con policía de migración acusándonos de estar ingiriendo alcohol e interrumpiendo la tranquilidad del pasajero. Nunca se nos hizo un llamado de atención previo y se recurrió al orden policial. Qué chistoso. La verdad es que no estábamos haciendo ningún tipo de escándalo ni en estado de ebriedad…pero así se dieron las cosas. Nos confiscaron las botellas vacías y continuamos el camino.

Fuimos despidiéndonos de a poco en Tacna, en Ica y el Lima. Estuve hasta el final con China en la terminal porque ella salía hacia Chiclayo y yo hacía Tumbez. Esperé hasta que se embarque y dí una vuelta por Lima Miraflores.

El viaje hasta Tumbez fue tranquilo. No podía irme sin comer el ceviche peruano y sin confrontar ese afán de ciertas personas de asustarte para sacar provecho del turista. Para los agentes de turismo y los servicios vinculados como taxis por ejemplo el Perú es peligroso, en Perú gobierna la delincuencia para que el turista se vea obligado a contratar siempre agencias de turismo y taxis.

En Tumbez, venciendo los miedos impuestos, tomo con todo y bicicleta una mototaxi y voy hacia la terminal de Cooperativa internacional. Emprendo viaje hacia Guayaquil. El verdor marca un contraste con todos esos parajes ocres de la jornada anterior. Agradezco por el agua. La velocidad y la competencia entre los buses me asusta, también la irresponsabilidad o mejor dicho su complicidad con las irregularidades en la indocumentación. En uno de los controles la policía de migración revisa documentos y manifiesta que los menores de edad no cuentan con los permisos respectivos para pasar. El conductor del bus interviene y “sugiere” a la “familia” pasarle un billete al policía para poder seguir viaje. Veo todo esto con preocupación y me invade un silencio cómplice también. Pucha.

En Guayaquil compro mi pasaje a Quito y viajo enseguida. Intento descansar pero invade la nostalgia y las lágrimas empiezan a caer con cada recuerdo. Extraño la convivencia, la carpa, los lagos, las montañas, el aire puro, el viento patagónico, los encuentros. Duermo un poco y el sueño es una continuación del viaje. Se acerca el final. Hace frío y anhelo el abrazo con los hijos que me esperan. Los transportes en el Ecuador son definitivamente inseguros en todo sentido. Extraño mi Cruz del Sur o las súper naves argentinas. Prefiero incluso los trenes patagónicos o el trailer destartalado. Me tambaleo de un lado al otro por la velocidad. Pasan las horas y la ciudad empieza a aproximarse. Me incorporo y alisto mis cosas. Miro por la ventana y aparentemente todo está igual. Percibo eso sí, un asfixiante ambiente electoral y las paredes hacen que sienta ese mismo alivio que sentí cuando murió Pinochet. Un león[i] menos en el zoológico.



[i] Hace referencia al expresidente del Ecuador, Leon Febres Cordero, en cuyo régimen se cometieron crímenes de estado, hubo desaparecidos y mucha represión. Murio hace poco a causa de un cáncer. La pared que anuncio su muerte decía Viva el cáncer que mato al león.

martes, 3 de marzo de 2009

Jorge Icaza

(Quito, 1906 - 1978) Escritor y novelista ecuatoriano, máximo representante junto con Alcides Arguedas y Ciro Alegría del ciclo de la narrativa indigenista del siglo XX. Su infancia transcurrió en el latifundio de su tío, donde entró en contacto con la realidad social ecuatoriana que marcó toda su obra.

Después de abandonar los estudios de Medicina, hizo algunos cursos de declamación, y se convirtió en actor, lo cual le dio oportunidad de recorrer su país y descubrir la situación infrahumana del indio. Contrajo matrimonio con la actriz Marina Montoya, y se inició como autor dramático, pero sus obras no tuvieron éxito, excepto tal vez Flagelo (1936).

Su fama se debe a su obra narrativa, que comenzó con el libro de cuentos Barro de la Sierra (1933), en la que ya se hace patente el tema que atravesó todos sus escritos: la situación del indio ecuatoriano.

En 1935 ganó el Premio Nacional de Literatura en su país, con la novela En las calles (1935); en ella narra la situación del indio perdido en la ciudad, lugar donde sus protestas se esfuman sin alcanzar nunca las altas esferas del gobierno. Más adelante montó un negocio de librería, trabajo que alternó con el de escritor. Fue lector entusiasta de los grandes novelistas rusos, desde Gogol a Tolstoi y Dostoievsky. En 1944 formó parte del grupo de fundadores de la Casa de la Cultura Ecuatoriana y luego fue enviado a Buenos Aires como agregado cultural; allí permaneció hasta 1953. Al regresar a su país, fue nombrado director de la Biblioteca Nacional de Quito.

Icaza es una figura sobresaliente del indigenismo en la narrativa ecuatoriana: en su primera novela, Huasipungo (1934), expone la degradada situación en que se encuentran los indios, sometidos a esclavitud por los patronos que cuentan con el apoyo de la autoridad civil y eclesiástica; este libro, de valiente denuncia social y crudo realismo (constantes de la narrativa de Icaza), se ha convertido en una obra fundamental en la evolución de la corriente indigenista del Ecuador. Con él, la novela ecuatoriana entra de lleno en la tendencia del compromiso social de la novelística actual.

Probablemente la cúspide de su elaboración artística la consiguió Icaza en la obra Cholos, que enfoca la transformación del cholo en burgués, ahondando en la sicología de los personajes; éstos alcanzan en la novela independencia con respecto a la problemática social que subyace de sus vidas, al mismo tiempo que en sus páginas se aprecia una comprensión de la problemática andina.

Otras obras destacadas son Huairapamuscas (Los hijos del viento, 1947); Seis veces la muerte (1953), colección de cuentos de rico contenido humano y de mayor originalidad en los temas; El chulla Romero y Flores (1958), descarnada presentación del conflicto de este personaje ante la disyuntiva de pertenecer al mundo de los blancos o al mundo de los indios, viéndose en definitiva rechazado por ambos; Viejos cuentos (1960) y la trilogía Atrapados (1972).

Fuente: www.biografiasyvidas.com

Elvio Romero

Nació en Yegros, el 12 de diciembre 1926. Se incorporó a la vida literaria de Asunción siendo muy joven y compartió tertulias con Josefina Plá, Hérib Campos Cervera, Óscar Ferreiro, José Antonio Bilbao y otros altos exponentes de las letras paraguayas de entonces.

En 1947 tuvo que exiliarse a la Argentina. Primeramente vivió en Presidencia Roque Sáenz Peña (Chaco), y por su casa pasaron camino del exilio, figuras como José Asunción Flores, Herminio Giménez, los hermanos Larramendia, y muchos otros. Posteriormente se instaló en Buenos Aires y desde entonces su voz (testimonio poético de las vicisitudes y los padecimientos de su país) se dio a conocer en la América Latina.
En el poema "Elvio Romero, poeta paraguayo", de 1948 Rafael Alberti escribe:

Casi recién nacida,

lumbre madura y fuerte,

sabes más de la muerte

quizás que de la vida.

Y tu nombre aromado

huele más que a romero,

a pólvora, a reguero

de cuerpo ensangrentado.

Ha recibido el elogio y el reconocimiento de numerosos lectores, entre ellos tres ganadores del Premio Nobel de Literatura, como Gabriela Mistral ( que afirmaba leerlo "como acostada sobre la tierra"), Miguel Ángel Asturias ( " Poesía invadida llamo yo a esta poesía, poesía invadida por la vida, por el juego y el fuego de la vida") y Pablo Neruda ( "poesía llena de fuerza y follaje"). El poeta Hamlet Lima Quintana lo señala como uno de los referentes más importantes de nuestra poesía latinoamericana. Josefina Plá dice que al leer la poesía de Elvio Romero "se va a escuchar la voz de un pueblo reclamando su lugar en el coro de la libertad".
Es la voz poética paraguaya más conocida en el mundo hispano hablante. Entre su obra poética, destacamos Días roturados (1947), Resoles áridos (1948-49), Despiertan las fogatas (1950-52), El sol bajo las raíces (1952-55), De cara al corazón (1955), Esta guitarra dura (1960), Un relámpago herido (1963-65), Los innombrables (1959-73), Destierro y atardecer (1962-75), El viejo fuego (1977), Los valles imaginarios (1984), Flechas en un arco tendido (1983-1993), El poeta y sus encrucijadas (1991).
Como prosista publicó una biografía Miguel Hernández - Destino y poesía (Ed. Losada, 1958), El poeta y sus circunstancias (Ed. RP, 1991) por el cual se le otorgó el Premio Nacional de Literatura, de ese año y Fabulaciones (Ed. El Lector, 2000).
Se cuenta que la famosa frase "Adiós camaradas, amigos despedidme del sol y de los trigos" atribuida al poeta Miguel Hernández, antes de morir en la cárcel franquista y que escribiera en la pared, sería del propio Romero.
Producido el derrocamiento de Alfredo Stroessner, pudo regresar al país donde tomó contacto con sus amigos y colegas paraguayos. Miembro de número de la Academia Paraguaya de la Lengua Española y socio del PEN Club del Paraguay.
Falleció el 19 de mayo de 2004 en la ciudad de Buenos Aires, a los 77 años.

Fuente: www.sololiteratura.com

Rafael Alberti

Puerto de Santa María 1902. En 1925 apareció Marinero en tierra, poemario que le valió el premio nacional de literatura, compartido con Gerardo Diego, y en el que se alían experiencias personales con influencias de Gil Vicente y de los cancioneros musicales de los ss. xv y xvi. Romanticismo y surrealismo se han detectado en uno de sus títulos señeros: Sobre los ángeles (1929), fruto de una honda crisis moral y sentimental.

Viene luego la etapa de «el poeta en la calle», de la poesía «civil», que testimonia su incipiente compromiso político: Yo era un tonto y lo que he visto me ha hecho dos tontos y Con los zapatos puestos tengo que morir (1930). Fundó y dirigió la revista Octubre con su compañera María Teresa León. En 1931 ingresó en el Partido Comunista de España (del que en 1983 llegaría a ser fugaz diputado por Cádiz) y ensayó el teatro vanguardista y comprometido: su «romance de ciego» escénico Fermín Calán, el auto sacramental El hombre deshabitado.
Tras la guerra civil, después de residir en otros países, se instaló en Argentina donde su obra creció de forma decisiva, señalada por el sentimiento del destierro: Coplas de Juan Panadero, Retornos de lo vivo lejano y la obra en prosa La arboleda perdida, libro de memorias, y en teatro El adefesio (1 944) y Noche de guerra en el museo del Prado (1956). En 1963 fijó su residencia en Roma, ciudad que evoca en los versos de Roma, peligro para caminantes (1968). En 1965 se le concedió el premio Lenin de la Paz.
Antes de su retorno del exilio en abril de 1977, publicó Canciones del alto valle del Aniene y otros versos y prosas, a la que siguieron, ya en España, Abierto a todas horas (1979), Versos sueltos de cada día (1982) y Versos para A!tair (1988). En 1978 estrenó el «guirigay», según él mismo lo califica, La pájara pinta.
En 1983 se le otorgó el premio Miguel de Cervantes. Figura sobresaliente de la denominada generación del 27, en su producción se entremezclan mito antiguo y utopía del futuro, lo lúdico y lo burlesco, gongorismo, tradición popular y surrealismo en una permanente búsqueda de la gracia poética.
Falleció el 28 de octubre de 1999 en el Puerto de Santa María, Cádiz, España.

Fuente: www.tinet.org

Te recomendamos que visites la página de la Fundación Rafael Alberti para encontrar más material sobre el autor que esta biografía tiene que obviar por motivos de espacio:
www.rafaelalberti.es

Ciro Alegría

Ciro Alegría, novelista y político peruano, nació en el caserío de Quilca, uno de los 7 "pungos" (casas de administración y gestión) en que se dividía "Marcabal Grande" la extensísima hacienda de su familia (más de 75.000 hectáreas), un 4 de noviembre de 1909, en la sierra del departamento de La Libertad, Perú. Su padre, José Eliseo Alegría Lynch fue un joven intelectual, lector del anarquista peruano Manuel González Prada, que desafió la autoridad del abuelo del novelista, Don Teodoro Alegría, casándose con la hija del capataz de la hacienda (Herminia Bazán Lynch), e intentando una pequeña reforma agraria entre los campesinos de Marcabal. Don Teodoro que había dejado a José Eliseo al frente de la Hacienda y vivía en Lima como Diputado, regresó a sus tierras y deportó a su hijo a un modesto caserío en las estribaciones de los andes, y ahí nació y vivió su primera infancia Ciro Alegría, rodeado de indios, hasta que el abuelo recordó que su nieto tenía que escolarizarse, y lo separó de sus padres para enviarlo a Trujillo (capital de La Libertad), donde estudió en el Colegio San Juan, siendo su primer maestro, el que le enseñó a leer y escribir, el poeta peruano César Vallejo.
Hizo incursiones en el periodismo, en los diarios "El Norte" y "La Industria" de Trujillo. Desde muy joven intervino en actividades políticas y en defensa de los indígenas y de las clases sociales más explotadas. Fue uno de los más importantes representantes de la literatura indigenista americana.
De joven, Alegría fue encarcelado y torturado a causa de su militancia en el APRA, siendo definitivamente deportado a Chile, con 21 años. Su regreso al Perú se vio truncado en múltiples ocasiones a causa de la concatenación de dictaduras y gobiernos oligárquicos que le negaban su derecho a volver al Perú. Alegría vivirá ese largo exilio de 3 décadas en Chile, los Estados Unidos, Puerto Rico y Cuba. Durante prácticamente toda su vida adulta, escribe, vive y recuerda el Perú en la distancia.
En su exilio en Santiago de Chile, se desposó con su tía segunda, Rosalía Amézquita Alegría, con la que tuvo dos hijos, Ciro y Alonso. Se divorcia desde Nueva York (en 1945). Posteriormente se casaría con una portorriqueña, con la que no tendría hijos (Ligia Marchand). Por último, desposaría en terceras nupcias a la poetisa hispano-cubana Dora Varona, recopiladora y estudiosa de su obra, con la que tuvo 4 hijos (Cecilia, Ciro, Gonzalo y Diego), de los cuales el menor nacería póstumamente (Diego) y fallecería con 14 años.
Volvió a residir en su tierra con 51 y falleció con 58 años. En su exilio en Nueva York, Alegría abandona el aprismo. A su vuelta al Perú y a pedido de su amigo Fernando Belaúnde Terry, Alegría se unió al partido Acción Popular, por el cual fue electo diputado en 1963. Asimismo, se incorporó a la Academia Peruana de La Lengua en 1960 y asumió el cargo de presidente de la Asociación Nacional de Escritores y Artistas. Falleció en Lima en 1967.

Contexto literario
Es, junto a José María Arguedas, el escritor más importante de la corriente indigenista en el Perú. En sus novelas narra la vida de los indígenas en los andes del Norte del Perú, diferentes a los indios menos mestizados que los del sur que reflejan las novelas de Arguedas.
La obra cumbre del escritor es El Mundo es Ancho y Ajeno, novela de la cual Mario Vargas Llosa ha afirmado que constituye "el punto de partida de la literatura narrativa moderna peruana y su autor nuestro primer novelista clásico".
Esta obra refleja las bases de un Perú moderno, mestizo, y rico en regiones, culturas y costumbres diversas. Sus personajes abandonan su comunidad andina (Rumi) obligados por el injusto expolio que de sus tierras realiza un cruel hacendado (Don Álvaro Amenábar) y se desplazan por todo el Perú, intentando ganarse la vida. La historia cuenta con dos personajes centrales o héroes: Rosendo Maqui, que representa al indio sabio, mayor y tradicional, y Benito Castro, el cholo joven que vuelve a su Comunidad cuando muere Rosendo con el fin de defender el derecho de sus gentes a vivir en sus tierras.
En general, todas las novelas de Alegría defienden la integración de todos los peruanos en la sociedad, y denuncian las miserias y la injusticia social sufrida por los más humildes, especialmente, por los indios. Sus obras poseen un tono épico, en donde destacan especialmente la naturaleza y las tradiciones culturales peruanas, conjuntamente con la lucha de sus gentes por su subsistencia. En ellas la narración se desarrolla hilvanando hábilmente las historias de varios personajes de la misma comunidad en torno a un núcleo central.

Obras
Con respecto a este autor, cabe señalar que, producto a la intensa actividad política y periodística que ocupó gran parte de su vida, el grueso de su producción escrita se encuentra en distintos periódicos de la época, y aún no hay un estudio sistematizado que la recoja. Por otra parte, una parte también significativa de la obra de Ciro Alegría ha sido publicada después de su muerte, gracias a la labor de recogida y selección de quien fuera su última mujer, la poetisa Dora Varona.

La Serpiente de Oro, novela, 1935

Los Perros Hambrientos, novela, 1939

El mundo es ancho y ajeno, novela, 1941

Duelo de Caballeros, cuentos, 1962

Panki y el guerrero, relatos, 1968

Ofrenda de piedra, cuentos, 1969

Lázaro Novela póstuma e incompleta, 1972

Mucha suerte con harto palo Edición póstuma recopilatoria de distintos escritos periodísticos, autobiográficos, y ficcionales, supervisada por su viuda, Dora Varona, 1976

Siete cuentos quirománticos, cuentos, 1978

El sol de los jaguares, cuentos, 1979

El dilema de Krause Novela póstuma e incompleta, 1979

Siempre hay caminos Novela corta

El cuento del puma azul

Calixto Garmendia, cuento

Fuente: Wikipedia